Bienvenidos al paraíso, estais todos invitados, esta primavera os traeré el fruto prohibido. Llegan nuevos post y nuevos retos. Esto puede ser un pecado para aquel que nunca haya sentido absolutamente nada. Peca y siente, yo te he abierto las puertas, ahora solo te queda dar un paso.
¿Qué es el paraíso? Para alguno es tan solo un segundo de gloria, para otros enamorarse y para mis admirados últimos, ver cómo fluye el agua. Este mi paraíso poco tiene de terrenal, pestañea dos veces, ven.
No vas a encontrar un mar azul turquesa, ni sol, ni palmeras, ni agua de coco fresca pero sí que vas a quemarte, y seguramente también tenga leche para calmar tus heridas, y saliva y veneno. Si me muerdo me enveno, y si te beso moriremos.
Repito, bienvenido. Este paraíso es caos, empieza siendo caos y acaba siendo caos. Porque somos caos cuando sentimos, inestables poetas, escritores, un día eres perenne y al siguiente estas desnudo. Voy a desnudarte el alma empezando por la piel.
Mi paraíso es algo así como tener sed y beber un vaso de agua, como buscar una lectura de amor y acabar en ‘la divina comedia’, como sentir dolor y presionar, a ver si es verdad que duele. Soy un constante mecanismo que busca sentir. Sentir. Sentir. Sentir. Y no siente, lo siento.
Hay personas que necesitan adrenalina para sentir que están vivos. A veces siento cuando vivo (pocas veces) y muchas siento cuando leo (qué poco terrenal). Vaya paraíso el mío, cualquiera lo tacharía de impuro, indigno, impío… pero es que quien califica un paraíso, quien lo adorna de adjetivos, es el impuro, indigno, impío.
Caminas por mi edén y en el mismo camino te encuentras tormenta y el sol más cegador, el cielo en el suelo y el suelo en el cielo y a veces no hay suelo y otras tantas no hay cielo; unas caminas patas arriba y otras para caminar tienes que cerrar los ojos; también hay ocasiones en las que la luna es el sol y el sol la luna, y así me va, en esta inestable cordura.