Léase en caso de lluvia

Larga vida a las tardes de lluvia que se extienden hasta el anochecer. Larga vida a lo que somos y toda la extensión de nuestro ser. Estamos hechos de la misma medida de lo que hay más allá de las estrellas.

Entre el brillo, la oscuridad y el desconocimiento. Tan profundos que no podemos contarnos en años luz. Tan cambiantes que las fases de la luna se nos quedan cortas. A veces crecientes, otras menguantes. Unas veces llenos, otras nuevos.

Qué tendrá el universo que nos atrapa. Qué conexión tan extrañamente terrenal y formidablemente inexplicable. Aquí no hay cabida ni para la física ni para las matemáticas. Esto no va de números. Esto va más allá del conocimiento y cercano al sentimiento.

Mirar las estrellas, ver una caer y pedir un deseo. ¿Y por qué?, ¿en qué momento elegimos ese momento como el perfecto para pedir un deseo?, ¿en qué momento creamos la palabra deseo y la asignamos a una estrella?

Me enternece nuestra historia. Todo lo que hemos quedado a medida que nos ha sucedido el tiempo y hemos ido engendrando utopías que caminan. Somos tanto y a la vez tan poco.

Tan efímeros… una preciosa continuación de corazones que bombean y bombean, al ritmo de los tambores que suenan cuando la lluvia repiquetea en el cristal. Suenan a mi vera, mientras escribo y me vacío. Porque debajo de mi ombligo duele. Porque te echo de menos y no hace ni un día que has cogido un avión.

Pero escribo y sé que eso te hace inmensamente feliz. Y qué feliz me hace eso.

Mejores amigos y muchísimo más.

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