Querido Lorca, escucho tus pasos en todas y cada una de las calles de Málaga,
te veo divagando, pensando.
Escucho tu voz en cada letra, en tus letras. En cada verso, en cada previo pensamiento.
Me pregunto si tú también sentiste la paz que yo siento,
si te fijaste en todas las flores de los miles de balcones,
si viste jardines en los andares del gentío y si se te aceleró el pulso
con las bailaoras y sus duendes.
A cada paso que doy por estas calles te siento como el corazón siente cada
latido en el pecho. Te siento.
Te siento dentro, en la plaza Domingo, en esa plaza donde si cierras los ojos
puedes escuchar cómo se mece el agua y fluye con el flamenco.
Así como también se puede ver la luna en los tejados, mientras
el gentío ríe y bebe buen vino.
Siento que cada tierra que tocaste la hiciste tuya,
la hiciste única y la convertiste en poesía.
Ahora esta tierra tuya es un poco mía, se ha cobijado en mi corazón
haciéndose un hueco inmenso.
Querido Lorca,
ya no hay café de Chinitas, ahora todo son ruinas.
Y en la puerta hay unas rendijas donde puedes ver
cómo el polvo no hace el olvido, como el abandono
hace que los lugares tengan un aire romántico, místico,
casi mágico y brujo.
Y entre tanto olvido la imaginación derrocha luz,
y puede vérsete escribiendo, tomando un café, donde a día de hoy,
solo pueden verse ruinas.