Carta a la estrella que lleva el nombre de mi abuela

Cuando tenía 18 años te escribí esta carta, sin pensar, sin releer. Te escribí con el corazón en la mano y los ojos secos de haberte llorado toda la noche. Cuando tenía 18 años te escribí esta carta sin ser del todo consciente de lo mucho que te echaría de menos con el paso de los años, hoy, a mis 25 años sigo pensando en todo lo que me queda por vivir y lo mucho que me queda por echarte en falta.  Hoy, a mis 25 años, te recuerdo con lágrimas en los ojos y una sonrisa inmensa. Feliz aniversario Welita, por la sangre que corre por mis venas, la tuya. 

Dime cuál es el destino de esta carta que te escribo:

Camisón violeta para mi bella dama, en un lecho de seda con las manos heladas.
Juraría por mi vida que una vez te vi las alas, mientras en el sueño eterno
rozabas mi alma, y esta cayéndose al suelo, rogó por favor el reino de los cielos.
Casi mediodía cuando el reloj que tenemos por vida dejó sus agujas tras de sí.
Mi corazón rugió tan fuerte que se quebró el cielo e incluso el sol se echó a llorar.

La mujer que amó a lo que yo más he amado.
La mujer que dio la vida a la que me dio la mía.
Cuánto te he querido y cuánto te querré.
Cuánto amor te guardo donde nadie lo pueda ver.

Fue la mujer que guardó el tiempo en álbumes y cajas de cartón, en cartas y
en su corazón.
Guardé tu recuerdo en mi memoria, pero dejé la jaula abierta para que vieras
todo aquello que tenía para ti, pues pensé en tus sueños y creé un mundo soñador.
Donde volábamos a un amanecer en un desierto de cañones, y cuando te imaginé
viviendo aquello que tú viviste, pensé que nunca había visto realmente tus ojos,
pues como esa vez jamás los vi.

Recé al cielo sin creer en Dios, porque necesitaba
la certeza de un destino, por si acaso mis palabras
llegaban a tus oídos.
Tiene que haber un reino para mi bella dama

“Mi tesoro…”

Ahí acabó mi poesía. Ahí quedó escrita la adolescente que decidió escribir, porque escribiendo sabe expresar lo que siente. Hoy quiero hacerte otra carta, porque es tu día, el día en el que me faltaste para siempre. ¿Quieres que intente una poesía? Mejor prosa poética.

A día de hoy no olvido tu voz, ni tu delicada piel, ni tu dulce rostro. Te recuerdo hasta el punto de que puedo escucharte, tocarte y sentirte como si todavía estuvieras a mi lado. Y es que te quedaste en mi pecho, enredada entre mis letras, te quedaste conmigo en las estrellas. Conseguí ser periodista abuela, cuando te escribí la primera carta tan siquiera lo imaginaba, pero fíjate, tú siempre confiaste en mi y aquí estoy, con los pies en la tierra buscándote en el cielo. Y preguntándome si algún día lograré ser como tú, ¿seré el Pilar de una familia?, ¿tan imprescindible como tú? Cuando te fuiste todo se derrumbó, pensé que también lo haría mamá pero ya sabes, es dura de pelar. 

Intento sonreír pero realmente no hago más que llorar. Soy feliz. Sigue encantándome hacer fotos, desde que tomé tu relevo no he parado y bueno, cada día esta más cerca que viaje a Arizona, cada día me acerco un poco más a ese sueño. Ese sueño tuyo, y sin darme cuenta veo cómo sigo tus pasos. Como admiro tu ejemplo, ese presente, ese que aguarda en mi pecho. 

Ayer me quedé mirando el balcón de la que era tu casa, a veces lo hago y me siento extraña, pero curiosamente ayer había una niña. Una niña de pelo moreno enredando con la ropa, tal y como lo hacía yo. ¿Lo recuerdas? Ojalá tú también pienses en mi, en las tardes que veíamos telenovelas hasta que íbamos a jugar a las cartas. Tú sabías de sobra que mi cuerpo me quedaba pequeño. 

Tú decías, ¿cómo puedes tener 5 años y ganar todas las partidas? Y yo sonreía, orgullosa, y mis hoyuelos aparecían, era el estado más puro de la felicidad, una niña. Cada vez que miro ese balcón tengo ganas de llamar al timbre, que respondas y subir, subir las escaleras de dos en dos, o subir al quinto para bajar andando al cuarto, a veces hacía cosas que ni yo misma entendía. 

A veces te veo abrir la puerta, veo cómo me sonríes y cómo se me parte el corazón al vivir en mi cabeza ese recuerdo. A veces me rompo en mil pedazos… me rompo de vez en cuando Welita, no puedo pensar en ti sin derramar una lágrima tras otra. 

Ah, fíjate hasta que punto me parezco a ti y a tus rarezas que sigo guardando cartas, guardando fotos, viajando y soñando. Sigo tu legado, lo que dejaste en mi. Lo que un día nació en mi, tras verte a ti. 

Creo que el cielo no te debe de hacer justicia, creo que eres más que una estrella. Y digo eres porque nunca serás «eras», siempre serás eterna. Siempre envidiaré al cielo por tenerte entre sus estrellas. Suelo buscarte ahí, por consuelo, por abrazar lo que siento. 

No sé qué me deparará el destino, no sé si estarías orgullosa de mi, quiero creer que aunque fuera una delincuente me amarías pero… eso solo lo sabes tú. Ojalá me estés viendo, ojalá me hayas oído decirte hace un momento que «te quiero». Siento no habértelo dicho en persona, lo siento en el alma, pero me quedo en calma al haberlo demostrado cada día. 

Gracias por salvarme la vida, porque fuiste tú quién lo hizo. Gracias por hacerme historia, ya que sin ti no hubiera sido. Gracias por hacerme la mujer que soy ahora. Gracias por cada recuerdo. Gracias por enseñarme a amar las cartas y las fotografías. Gracias por enseñarme a crecer bajo el ala de una abuela. Gracias por hacerme y dejarme ser a mi manera. 

Gracias a la vida que me dio la oportunidad de conocerte y amarte. 

Atentamente,

tu ratoncito y tesoro. Tuya siempre, y tú siempre en mi. Pilar.

 

 

 

 

 

 

 

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