Este mes me hace feliz y desdichada a partes iguales, me rompe el corazón a la par que me lo cose con sus dedos temblorosos.
El frío me hace sentir como en casa, como si mi personalidad y el tiempo fueran sólo uno. No obstante, tengo corazón y este me pesa, a la par que arde.
Sí, soy fría como el hielo y tengo un corazón ardiente tras mis costillas. En invierno perdí parte de mi familia, justo los días después de mi cumpleaños. Pero no solo el invierno me rompió el corazón, también lo hizo el verano.
Este mes me destroza por dentro y a su vez, me hace sentir tan viva, tan felina… por eso comprendo por qué los gatos miran la luna. Porque por la noche todas las lágrimas son pardas.
Este día siempre escribo, escribo por no llorar y pasarme la noche en vela. Escribo para vaciarme, para después pensaros y volverme a llenar. Realmente os escribo, escribo a ninguna parte esperando que me leyáis desde vete tú a saber dónde.
Os echo de menos, sobre todo a ti cascarrabias, te echo tanto de menos que cada vez que pienso en tu forma de reír y reírte conmigo, me pesa un poco más el pecho.
Amo la navidad, tú sabías que la amaba con todo mi ser pero desde que no estás, desde que te fuiste ha perdido su magia. Desde que me sentaba a tu lado, o en algún punto estratégico que te pillara en frente, a la altura de tus ojos. Me sentaba estratégicamente para ver cómo me mirabas cuando todos hablaban y yo callaba, para ver cómo me decías con palabras pero en silencio «cállales la boca a esta panda de gilipollas».
Y yo, yo callaba y reía. Siempre pensaste que era la más lista, y aunque fracasara era tu joya, tu orgullo, tu Sari. Siempre tuya.
También era la fea de la casa y sin que te oyera decías que era la más guapa, como también la más mala aunque no logro recordar que a escondidas dijeras que era la más buena. Vaya.
Me dijiste que algún día crearía mi propia familia y disfrutaría de estas fechas que tanto sabías que me gustaban. Siento decirte que cada vez veo más lejana la idea y que, una pregunta, ¿cómo las voy a disfrutar si no estás tú en la mesa? Si no me miras con esos ojos tuyos que se tornaban grises a medida que la vida te alejaba de mi.
Creo que hoy llueve porque no dejo de llorar, me torturo recordándote porque cada diciembre me duele en el alma y a pesar de las lágrimas me cura pensarte y saber que a pesar de todo, sigue sonando tu voz en mi cabeza.
Sé que no estás ni estarás, pero este mes te siento cerca. Ojalá supiera a qué dirección enviarte esta carta, fíjate si soy tonta que tan siquiera sé a dónde enviartela. Y llorando estoy feísima, ya lo sabes. Te echo de menos, te quiero con todo mi corazón y siempre lo haré. Espero que tú te fueras diciéndome lo mismo.
Porque el día antes de irte tan siquiera me hablaste y yo me fui a dormir sabiendo que jamás volveríamos a hacerlo.