mía miau

Ojalá los humanos tuviéramos esa capacidad tan suya que tienen los gatos, ronronear. ¿Cómo sería escuchar la felicidad mientras se está en silencio?, ¿cómo sería saber en qué momento eres feliz aunque no te des cuenta porque eres capaz de escucharte? Sería mágico y poco humano, porque nosotros no sabemos qué sonido tiene la felicidad, por dentro vibra pero por fuera pasa desapercibido. Y es una verdadera pena.

Ronronear por una caricia, por amor, porque hace sol, porque tenemos el plato lleno y el vaso también. Tal vez a través de esa vibración fuéramos conscientes de todos los momentos en los que somos felices, porque por desgracia no nos paramos a pensarlo debido a su rutina y repetición. Una lástima. ¿Si fuésemos conscientes de esa felicidad valoraríamos más el día a día?, ¿valoraríamos esos pequeños momentos que sin saberlo nos crean paz y con ello felicidad?

Desgraciadamente esa evolución no ha llegado a nuestro cuerpo y tal vez nunca llegue pero sí que podemos hacer algo, pensar en nuestra felicidad, en aquello que nos hace felices, desde el alba hasta la última estrella de la noche. Desde las burbujas que crea un pez hasta la inmensidad del océano. Desde el mirarnos en un espejo hasta el alma. 

Ojalá pasarnos el día ronroneando, escuchando a otros ronronear, saber que en un silencio incómodo tal vez, y sólo tal vez, esté la felicidad. No hay ronroneos entre humanos pero, ¿por qué no decir cuándo somos felices? Gritarlo a los cuatro, cinco, cien vientos. Eso no pueden hacerlo los gatos, de momento.

(Felices días y felices sueños despiertos)

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