me arde la lengua

y me trago el veneno, el ardor y la lengua. Y en mi silencio me quemo, me consumo y ardo.

Tengo dos opciones o extinguirme o mantener la llama viva. Decidí que a día de hoy,

quería seguir ardiendo. Esta es mi propia quema, mi propia hoguera, todo este fuego me pertenece

(como también te pertenece a ti).

Decidí que no había otra opción factible, que no iba a morir ahogada.

Esta mujer ardiente soy yo, esta hoguera está tan viva como el fuego, estas cenizas

me pertenecen.

Soy mía desde el alma hasta los huesos, me he calado bien hondo, y como el humo

de un cigarro, me he quedado en tus pulmones.

He bajado haciéndote arder la garganta y preguntándome donde está

la entrada a tu corazón, para hacerlo arder también, solo un poco. Es mi

capricho de hoy, hacerte arder y que tú y yo seamos un solo fuego.

Después me iré, solo quiero que me sientas, no quiero nada más. Pero

no te voy a negar que de querer algo, lo querría todo.

Así que cojo mis cosas por última vez y, ¿sabes qué? Para mantener

la llama viva he de seguir ardiendo, y la única manera es no parar

de quemarme nunca. Dame motivos para arder, para mantenerme

viva. Quiero sentirme viva por una vez.

Quémame.

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