Canción de la rosa y el cerezo

Érase una vez una mujer con una semilla en el corazón,

al principio pensaba que este no latía porque nadie le dio el don.

– Oiga doctor, tengo un corazón que no late.

– Verá mujer, eso son problemas del amor. 

Entonces un día, cualquier día, podía haber sido otro

pero fue ese. Justo ese mismo día.

Comenzaron los pinchazos,

Y ella pensó en las palabras del doctor.

Sin saber que en su pecho crecía una flor,

una rosa roja.

Roja como el fuego, que ardía en su pecho.

Brava y salvaje, como su interior.

Nunca una flor fue una metáfora tan acertada.

Ella amaba.

Pero las espinas comenzaban a doler.

¿qué espinas tiene el humano que mucho difieren a las del pez?

Su pasado.

Su pasado comenzaba a doler.

No soy capaz de amar se decía.

– Doctor, ayúdeme.

– Verá mujer, libérese. Tome tiempo, una dosis al amanecer, otra al atardecer,

y la última al anochecer. Y que ésta sea doble.

Cayó la noche, y ella también.

Esta rosa es mía, se dijo

tengo que adaptarme a mi misma.

Y comenzaron las preguntas,

¿qué quiero?, ¿qué me gusta?, ¿qué me hace feliz?

¿por qué razón moriría?, ¿cómo hago para tener un jardín?

Y aprendió a convivir con sus espinas;

después, brotó un cerezo y en primavera

toda ella floreció.

 

6 comentarios sobre “Canción de la rosa y el cerezo

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