Érase una vez una mujer con una semilla en el corazón,
al principio pensaba que este no latía porque nadie le dio el don.
– Oiga doctor, tengo un corazón que no late.
– Verá mujer, eso son problemas del amor.
Entonces un día, cualquier día, podía haber sido otro
pero fue ese. Justo ese mismo día.
Comenzaron los pinchazos,
Y ella pensó en las palabras del doctor.
Sin saber que en su pecho crecía una flor,
una rosa roja.
Roja como el fuego, que ardía en su pecho.
Brava y salvaje, como su interior.
Nunca una flor fue una metáfora tan acertada.
Ella amaba.
Pero las espinas comenzaban a doler.
¿qué espinas tiene el humano que mucho difieren a las del pez?
Su pasado.
Su pasado comenzaba a doler.
No soy capaz de amar se decía.
– Doctor, ayúdeme.
– Verá mujer, libérese. Tome tiempo, una dosis al amanecer, otra al atardecer,
y la última al anochecer. Y que ésta sea doble.
Cayó la noche, y ella también.
Esta rosa es mía, se dijo
tengo que adaptarme a mi misma.
Y comenzaron las preguntas,
¿qué quiero?, ¿qué me gusta?, ¿qué me hace feliz?
¿por qué razón moriría?, ¿cómo hago para tener un jardín?
Y aprendió a convivir con sus espinas;
después, brotó un cerezo y en primavera
toda ella floreció.
Muy inspirado: «Tome tiempo, una dosis al amanecer, otra al atardecer,
y la última al anochecer. Y que ésta sea doble»
Buena receta para curar el mal de nosotros mismos 🙂
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todos los días durante toda la vida, una buena receta 😀
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Yo creo que no nos lo recetan por el efecto secundario, nos haría menos infelices y, en consecuencia, seriamos menos manipulables 🙂
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qué fácil es jugar con nosotros…
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Si, hasta que nos enteramos y se rompe el encantamiento 😁🖐️
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