Todo comienza con un espejo, y como reflejo, tu alma.
El alma de un que sé yo, a veces Jekyll, en ocasiones un monstruo. Oh, Mr. Hyde… si usted supiera.
No hay especie más cambiante que la nuestra. No obstante…
¿Acaso no es algo hermoso?
Marcar la diferencia en las rarezas, empezando por el vocabulario,
por cada palabra, cada l e t r a.
Comenzando por el hielo,
para acabar derretidos por el ardor de dos pieles que se desean.
Luego el sudor de los poros, el manantial que brota de nosotros y no,
no sacia la sed. Nos hace adictos a ella, sedientos.
Otra rareza son los hoyuelos, aquello que se hereda pero no comparte,
que florecen en cualquier corazón roto para maquillar el dolor cuando
de este nace la inspiración. Tenemos el ramo de flores de la tristeza,
ahora una lazada. Véase una personalidad despreciada
por cinco ingenuos cuyo ombligo es el centro del universo,
pero ellos no significan nada para él.
Siempre hay un roto para un descosido, siempre hay alguien roto
en busca de un costurero que cosa.
Que cada puntada sea delicadeza, y el hilo algo así como amor.
Ese alguien hasta vete tú a saber cuándo, será un completo desconocido.
Y qué tal tres genios,
que rompieron las leyes, salieron de la lámpara por su propio pie a éste espacio terrenal,
mientras su cabeza sobrepasa va más allá de un rascacielos,
en las nubes.
¿Y si te hablo de poetas? Que quienes admiran sus letras
desconocen la cicuta de su corazón. El por qué de cada trago, cada dósis.
¿No es hermoso un corazón roto? Rotos, descosidos, heridos…
Al igual que una guerra de besos, o el arcoiris en el cielo que no sabe si llover, o brillar. Y te empapa,
así como quien llora por ti, y te sigue amando.
Y por último está quien abraza la soledad,
quien ama su propio ego porque no tiene a quién amar.
¿Acaso no es puro? Es un punto, una pincelada, un manchón, un borrón,
que adorna el alma como el agua en un oasis,
o mejor aún, como la tierra sin vida humana.
No recuerdo haberte escrito nada de esto…