AMEN

El otro día, no hace un mes, ni tan siquiera tres años. El otro día, hará unos cinco días, o tal vez unas horas y muchos, muchos minutos. No importa el cuándo, sino dónde y sobre todo con quién. Viví el capítulo más hermoso de toda mi historia de amor. 

Ya sabéis la magia de los autores, que de unos cuantos minutos pueden hacer un capítulo entero y por otra parte, pueden contarte la vida de un personaje en tan sólo 313 páginas y por supuesto, no tener segundas partes, mucho menos terceras. Por lo que mi capítulo se compuso, y nunca mejor dicho, de unos cuantos minutos y unas cuantas canciones. 

Con la sencillez del que sabe perfectamente lo que escribe y la certeza de quien esta completamente seguro de que esa canción que te va a poner, te encantará, porque te conoce mejor que nadie. Y así fue, una tras otra se sucedieron las notas del piano, y poco a poco aumentaron los sentimientos, esos que crecen a veces con el paso del tiempo o que, sin esperarlo lo hacen en un momento, un instante, ese en el que poco después le dije que me hubiera quedado a vivir en él. O quizá hubiese detenido el tiempo unos años, solo unos. 

El caso es que estábamos tumbados, mirando la luna por la ventana y únicamente nos iluminaba su luz. De repente, no hubo techo, desapareció. Yo escuchaba cada uno de sus latidos y a mi juicio, no hay nada más hermoso que escuchar los latidos de alguien a que amas, sea el tipo de amor que sea. Así pasó el tiempo, con nuestras bocas en silencio porque no había palabras para describir lo que estaba ocurriendo, no hacían falta, solo notas, arriba y abajo. Yiruma, Beethoven, Ludovico… se sucedían se entrelazaban nos enlazaban al momento más sencillo y menos ostentoso en el que una persona se enamora perdidamente de otra. Más, si cabe. 

Porque el amor no entiende de lujos, ni de si las rosas son compradas o robadas, simplemente no entiende de nada, sólo se deja llevar. Tal y como lo hicimos nosotros con él. 

Por lo que finalmente diré lo siguiente:  Amen, así sin tilde y que si la realidad supera a la ficción… imagínese el amor.

Siento haberme precipitado contigo pero fue el error más acertado.