Blanca y rota. No sabría cómo definirme exactamente pero soy algo así como el huracán causado por una serie de circunstancias ajenas a mi persona pero que me conciernen hasta el punto de dejarme un nudo en la garganta, el estómago y en el corazón. Soy como una obra maestra de nudos incapaces de resolver. Soy, exactamente, lo que he hecho conmigo a lo largo de los años.
Creo que después del efecto mariposa llega mi existencia. O por lo menos una parte de ella, lo suficientemente grande como para tocar el límite del cielo. ESTOY PERDIDA. En mi propio mundo, mi propio mapa y mis propias conocidas que conozco mejor que la palma de mi mano (o tal vez por igual).
Si pudiera contar mi historia de la manera más bella, con literatura, contaría la historia de un náufrago que tras 22 años viviendo en la su isla, porque podemos decir que es suya o como si lo fuera, pues digamos que se pierde. Se busca, se ve y no se encuentra.
Tal vez el problema de todas las personas que se pierden es que no encuentran el significado de su reflejo, en las islas no hay espejos. También es un problema que nuestro reflejo no sea lo que ven los demás, por eso de que el espejo te da la vuelta (más o menos).
La cuestión es un náufrago perdido en sí mismo, en un hábitat no social sino personal y a la vez de supervivencia. No quiero un espejo, no hace falta verme para ver quién soy. Lo que sí necesito es un respiro, un suspiro, un silencio terrenal, donde todas las voces callen y solo me escuche a mi. Un egoísmo personal. El gentío me molesta, y más cuando gira sobre su propio ombligo. Me molesta que no haya juicio para lo que causa la sociedad. ¿Blanco roto? Bueno, depende como incida la Luz en las paredes de mi cabeza, depende de mi juicio. Supongo que hay cosas que mi juicio puede determinar como culpable, cómplice o inocente. Culpable.
En conclusión, mi rabia ha roto el espejo en mil pedazos. Ha sido ella, no yo. ¿Cuál de todos mis yos?
La vida a veces nos hace propuestas, nos envuelve, nos transforma, nos hace huir de lo social, buscar el silencio de los demás para que se nos escuche, ese silencio que casi nunca se produce y luego nos deja el alma desnuda ante un espejo invisible, que con paciencia un día construimos con la imaginación, como nosotros lo vemos, que casi nunca coincide con lo que los demás ven. A veces nos ocultamos para solo mirarnos a nosotros en ese reflejo que es nuestro, nada más y que en realidad no existe. Besos a tu alma.
Me gustaLe gusta a 1 persona