Queríamos ser el cielo…

Y lo fuimos (iba a decir “y nos equivocamos”, lo hicimos al soñar tanto y vivir tan poco), pero cada uno fue un cielo diferente, el tuyo tenía un tono melocotón y el mío era tan negro como la ausencia de todo color. Tú amanecías y yo, yo anochecía, me sumía en la profundidad de toda soledad y lo asumía, paciente, taciturna.

Ningún escritor tiene razón en lo referente al amor eterno, creo que si una vez hubo amor por siempre será eterno porque el pasado no deja de ser, aunque no se pueda tocar con las manos. Había una vez dos personas,  que se enamoraron o algo así, porque nadie ha determinado cuando lo estás o no lo estás por lo que, digamos que no querían amar a otros. Mejor así.

“Queríamos ser el cielo”

No éramos felices y pensamos que tal vez solos lo seríamos, y lo fuimos, pero dolía un poco. Y más dolió cuando volviste, a mi vida, no a mi corazón, esta vez no te dejé entrar, pero sí busqué una explicación. Cuántos somos los que en su día nos quedamos sin explicación, somos cientos, miles… somos aquellos que piensan que cicatrizan y de repente vuelven a sangrar. Yo sangraba, pero repito, no mi corazón.

Así que fuimos felices, experimentamos por otros mundos, otras pieles, otros labios y volviste a hacerme tropezar. Yo sé que era torpe como ninguna pero tú, eras la piedra que nunca veía venir y siempre caía al suelo, me volvía a levantar claro, pero a veces las caídas forman heridas. Por eso yo sangraba, porque abrí mi cicatriz, sin yo querer claro, siempre por capricho tuyo.

La vida nos ha dado mil vueltas en este tiempo. No eres un chico de muchas luces, te decía mientras sonreía y aún sonrío, pero serían tres las veces que caería contigo y necesito vivir, respirar. Ahora nos volvemos a tropezar pero esta vez estamos de espaldas, espalda contra espalda mirando hacia el mismo lugar y viendo cielos completamente dispares.

Parece que has cambiado mucho desde la última vez, yo no he cambiado nada, sigo soñando como siempre y queriendome fugar, pero tú sigues siendo ese loco capaz de perseguirme a cualquier lugar, y qué miedo me da imaginarte en algún rincón, donde menos te espere. No sé si ahí llegará a darme un vuelco todo, como la primera vez… pero creo que no, ahora confío más en mi y me conozco más. Tengo las cosas más claras y me dejé llevar.

“Dos chicos de espaldas mirando el cielo. Dos chicos que buscaron el mismo cielo y no pudo ser”

Te diría que contigo fui como un barco, tocada y hundida, pero no, simplemente fue en tu ausencia (porque te empeñabas en dejarme sola cuando más te necesitaba) cuando “supuestamente me amabas” me hice más fuerte, más capaz de poder con todo por aunque fuera un mar de lágrimas y por mucho que no entendiera absolutamente nada. Digamos que de ser un barco superé la galerna, la tormenta y llegué a costa, mareada eso sí.

Pero esto iba más en relación con el cielo por lo que seguí por mi camino, al cielo que no es el tuyo, volví a llenar mi noche de luces y en julio me escaparé de esta tierra que me sustenta pero no me corta las alas. Me voy para volver pero esta vez mi corazón no se quedará contigo porque ha encontrado a otra persona a quien amar. A quien dedicarle absolutamente todo y perdóname, pero de ti aprendí tanto que esta vez me dije que lo haría mil veces mejor, y de mis fallos sigo fallando pero mejoré el mecanismo y ahora no me chirría el corazón.

Esto es algo que jamás voy a decirte porque ya sabes que soy muy mía, siempre te desearé felicidad pero no conmigo, que cumplas sueños y si quieres me los cuentas pero no quiero tener nada que ver, porque nuestra historia no pudo ser. Tú eras feliz sin mi y yo al principio no fui feliz, se me caía el mundo pero soy tan fuerte que esto me sirvió para serlo un poco más.

Soy una cobarde por no decirte todo esto así, tan nuestra historia, pero es que ya no tengo voz para ti. Fue un placer haberte conocido, pero ya es tarde para todo, para volverlo a intentar. Pero aún es pronto para soñar. Vive, tú vive como lo hago yo y mira al cielo, igual algún día nos volvemos a encontrar en tu aurora boreal.