y bañarme, robusto en tu rocío.
Creo que confuso, ha crecido mi ego más que un rascacielos. Y ahora miro la ciudad como quien mira a un humano desde el cielo y clama, «oh, una hormiga«. Se me quedó pequeño el hormiguero, esa ciudad no pudo retener mis sueños. Ya sabes que una hormiga puede cargar con cien veces su peso, pues así me fuí, con cien yos en mi macuto.
A mí paso atardeció y mi pasado pudo verme de espaldas, a contraluz, y yo sentí en mi nuca la mirada húmeda de la nostalgia. Pero sólo la sentí, quiero decir, no giré la vista atrás. Hay miradas que son firmes e inestables, capaces de volver a mirar y errar, errar y ya no sólo mirar, sino volver atrás.
Yo no soy de despedidas, nunca lo fui. Me iré sin decir adiós, porque simplemente, las despedidas no están hechas para mí. No necesito un respiro, necesito volver a respirar, cambiar de aires. Creo que las mejores despedidas están en los silencios porque eso quiere decir que el corazón ya lo dijo todo en su momento y, por desgracia, no hay palabra que le gane el pulso. No sé si seré de esos que se van para no volver, no lo sé.
Tus palabras hablan tanto de ti, de tu dolor que inmediatamente me vi reflejada en ellas..
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Encantada de tenerte en mi blog Gisselle 🙂 nuestras palabras dicen tanto de nosotras…
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