Sólo cuando nos demos cuenta de que somos arte, sólo entonces, seremos capaces de valorarnos.
Pero siempre habrá quien nos ponga un precio y olvide nuestro valor, como decía el señor Wilde. Y ese alguien nos hará de carne y hueso, mientras somos óleos, frescos, mármol, abstractos, románticos…
Y sobre todo lo último. Que, desgraciadamente, lo trenzamos con lo que late en nuestro pecho. Bajo nuestro lienzo.
Cualquiera clava sus ojos en un cuadro pero, ¿y las exquisitas manos del pintor?
«Luego cuélgame en tu piel, quiero estar en esa galería tuya que es como las de Roma, esa que cuando respiro evoca amor.»
Cuando sientas que me clavo en tu piel píntame la espalda, que me hace cosquillas. Después ábreme el corazón y grábate por ahí.