Cualquiera diría que Afrodita es tu metáfora

Afrodita

Y llámame loco, pero. Tu desnudez de terciopelo en la lija de las rocas, la poesía enredada rompe con las olas y cada gota lame tu piel. Te estremeces y ¿por qué no en mis dedos? Una mirada tuya enloquece el mar y es el imán que aturde mis coordenadas.

A cada paso la arena se enreda en el aire, respiro y mis pulmones hacen un reloj de arena. Donde no hay pirueta, por lo que el último grano de ella pondrá fin a esta cita. Mi voz ronca de marinero en tu pelo, que tus labios beban cada uno de mis miedos. Por favor.

Mátame lento. Clava tus caderas, y que el placer muerda nuestra lluvia. Mientras mi boca baja por tu cuello y ruega entre suspiros a tus costillas. Arde la pasión en nuestras venas y ni el viento más gélido sería capaz de acabar con nosotros.

Pero me pregunto, si después del fuego de tu cuerpo con mi cuerpo, habrá un momento en el que me hagas ceniza. Y me lo vuelvo a preguntar, pero exhausta mientras duermes me retracto, soy el clímax de tus caprichos y, hazme ceniza, quémame hasta los huesos. Y pensar que naciste del mar.

Cuando llegues al corazón, mírame a los ojos, qué dolor más dulce. Cualquiera diría que Afrodita es tu metáfora y yo, el loco que lo afirma. Éste es el último grano de arena que pone mi corazón, y ahora muerto, a ver cómo lleno yo su vacío.

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